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Andanzas por Valparaíso

Callejones

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Para caminar por un laberinto y escoger un camino, hay una regla para salir airoso del desafío y finalmente, resolver su enigma. Siga siempre, “La ruta ilógica”. Por donde usted cree que el camino es… justamente por ahí, no es. Rompa su esquema y vaya por donde pareciera ser… que no es.

Esta regla aplica perfectamente para caminar por los cerros de Valparaíso. Una ciudad que creció espontáneamente y sin seguir ningún trazado urbano, donde los habitantes construyeron sus casas bajo la simple regla de tener una mejor vista al mar, una buena posición con respecto al sol o una buena vista hacia su trabajo que antiguamente era el puerto. Hacia los cerros se mezclaron todas las clases sociales, todas las culturas y toda la materialidad. El mármol al lado de la lata, el pino oregón al lado del adobe.

Una intrincada red de pasadizos, pasajes, escaleras, entradas y salidas. La ruta lógica que todas las personas suelen tomar por sensación de seguridad es la calle, dejando de lado sin investigar justamente la parte más interesante. La ruta ilógica en Valparaíso es justamente entrar en los callejones. La manera correcta de ingresar en los vecindarios y comenzar la exploración que lo llevará a una descubierta de ensueño. Siempre solitarios, los callejones por momentos parecen sin salida. Debe usted caminar hasta el final del pasadizo para encontrar que siempre hay una continuación que la perspectiva no le dejaba ver. Con seguridad llegará a una escala que lo llevará a un lugar donde la vista se abre hacia los otros cerros donde los vecindarios aparecen en vertical, con todas las casas colgando y desafiando al vértigo. El mar al fondo y la perspectiva sin límites del océano Pacífico y su horizonte.

Peligrosos estos callejones??? No, para nada. Solo camine con actitud porteña, salude a su paso a los vecinos, fluya con el camino. No tema de los habitantes, son solo vecinos que transitan por estos laberintos con la facilidad de quienes los conocen, mientras que para usted son un secreto por el cual sus pasos lo llevan desde un jardincito a una entrada, una bajada en escalera y una nueva perspectiva del lugar.

Mientras una adorable brisa lo atrapa completamente, los colores con que el sol juega entre las luces y sombras del entramado de la calamina medio oxidada, los pilares que sostienen casas y balcones con ropa colgada que amenazan con venirse abajo, usted mismo sentirá la sensación de estar en la orilla cuidando sus pasos. Peligro de caer y enamorarse de la sensación.
Así es como todos los porteños hemos aprendido a amar nuestra ciudad, en base a caminatas eternas que seguimos cultivando.

Otra regla es necesaria. “El que sube se aleja y el que baja se acerca” Si se perdió en la experiencia, solo tome el camino en bajada y así llegará al “Plan”, centro de la ciudad. Mirará hacía atrás suspirando y solo querrá volver a intentarlo…
…habrá caído en el embrujo de la caminata eterna.

Leo Silva
Ruta Valparaíso

Puesta de sol en puerto de Valparaíso

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Caminar… Caminar por Valparaíso. Dejar que tus pies te lleven a la hora del atardecer. Subiendo a un cerro, al mirador, allá arriba, para presenciar la puesta de sol.

Los meses de junio, julio y agosto, son los indicados para disfrutar del espectáculo de colores del ocaso. El cielo, por lo general con nubes, la temperatura ambiente fría, otoñal e invernal a la vez. La brisa marina y el ambiente tranquilo local, alejado de los lugares más turísticos, conforman el ambiente ideal.

El escenario lo provee la propia ciudad, el anfiteatro entero de la bahía con sus cerros completamente poblados y el mar y el horizonte. El sol baja entre las nubes hasta esconderse dando paso a una secuencia de amarillos a naranjas que tan luego pasan a ser violetas mientras todo va oscureciendo y la ciudad completa comienza a encender sus luces, un campo estrellado, vivo, orgánico, calmo. El día se termina en esta fiesta cotidiana.

Un ambiente nostálgico, una dulce melancolía encoge el corazón y acuna el alma. Una musicalidad tanguera sería la banda de sonido perfecta así como un tema de Chet Baker. Un momento para detenerse, sentarse en el mirador, dejar pasar el tiempo y la mente divagar por sus propios laberintos. Una dulce pausa.

Mirador Diego Portales en cerro Barón, para llegar caminando desde cerro Placeres, disfrutando los momentos previos con la hermosa vista. O subir por ascensor Barón en la elevación quieta desde la urbe hasta los barrios del cerro. Un café comprado o un termo preparado es una idea incorporada que hace más cálido y domestico el momento.

Si es habitante o solo se encuentra de visita en Valparaíso, no deje pasar este momento. Busque su lugar favorito y tenga su propio instante. Deje que Valparaíso le acaricie el corazón y lo seduzca con su magia atemporal, nostálgica y melancólica en un arrebol de colores del ocaso porteño.

Leo Silva
Ruta Valparaíso

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